En las capitales están las instituciones, y en la de Telde, en San Juan, una de ellas es La Boheme, una cafetería señera que tendrá que reinventarse. Esta semana próxima perderá parte de su esencia. Francisco Ramírez González, por todos conocido como Paco, se jubila y con él, esa impronta característica que solo él supo marcarle y que ha hecho de este bar testigo y también protagonista activo y directo de los últimos 40 años de la historia del municipio. Entre sus paredes se han cocinado pactos políticos y también decisiones clave para la ciudad. Hizo las veces de cenáculo, de refugio discreto para el acuerdo y la democracia.
«A mí me va a costar cerrar, emocionalmente, no lo voy a negar, porque son 41 años aquí dentro, desde las cinco de la mañana hasta no se sabe qué hora». Paco no puede evitar ponerse nostálgico. No se le esconde que cuando este martes, 31 de enero, cierre por última vez el portón central de esta vieja casona sanjuanera, pondrá fin a una etapa que inició con apenas 26 años y una mochila de ilusiones, un 9 de septiembre.
Entonces ya llevaba 12 años detrás de una barra, pero en aquel año, en 1984, se lio la manta a la cabeza y decidió llevar su propio negocio. Cogió las riendas de La Boheme, un establecimiento que, por entonces, recuerda Paco, acumulaba cuatro o cinco años de actividad, pero que no terminaba de arrancar. Con ayuda de familiares y amigos, a los que, agradecido, no deja de citar, arrancó una aventura de sacrificio y dedicación que, aunque aún le cueste reconocerlo, puso a este bar en el mapa.
Y es que logró que La Boheme fuera bastante más que un establecimiento de hostelería. Paco no solo servía cafés, mixtos y pinchos de tortilla, que también. Paco ofrecía hospitalidad, acogida, amabilidad y educación. «Este local siempre ha sido muy familiar. Es un bar de amigos. Tengo clientes de hace 40 años, que se vinieron conmigo de Secundino, aunque es verdad que ya hay muchos que se han quedado en el camino». Calcula que el 20% de los clientes de su anterior bar le siguieron a La Boheme.