Este viernes 31 de octubre, el estanco de Morales, ubicado en el punto fielato de Telde, ha bajado sus persianas por última vez tras más de cuatro décadas de servicio. El cierre marca el fin de una etapa que comenzó en 1984, cuando Francisco Gregorio Morales abrió las puertas de su negocio en la calle Ruiz Muñiz, convirtiéndose con el tiempo en una figura entrañable para vecinos, clientes y compañeros de profesión.
La jornada estuvo cargada de emociones: abrazos, lágrimas y palabras de gratitud se entremezclaron entre quienes acudieron a despedirse. Muchos de los asistentes no eran simples clientes, sino parte de una comunidad que encontró en el estanco un punto de encuentro cotidiano, clientes, vecinos, compañeros de profesión no dejaron pasar la oportunidad de despedirse de el. La retirada de Morales, que cumplió 66 años en febrero, deja un vacío difícil de llenar, aunque también despierta alegría por el nuevo capítulo que inicia, dedicado a su gran pasión: la agricultura.
Su trayectoria comercial no fue planificada desde el inicio. Antes de dedicarse al estanco, Morales trabajó como carpintero, oficio que le apasionaba profundamente. Sin embargo, las secuelas de la poliomielitis que sufrió a los seis meses de edad le provocaron problemas de lumbalgia que le obligaron a cambiar de rumbo profesional.
Hoy, con el cierre de su negocio, se despide no solo un comerciante, sino un símbolo del barrio. Francisco Gregorio Morales deja atrás una historia de esfuerzo, cercanía y resistencia, y se lleva consigo el cariño de generaciones que lo han visto crecer detrás del mostrador. El vecindario le desea una jubilación plena, rodeado de tierra, cultivo y la paz que merece.



