Un residente de Valle de los Nueve Bajo, en Telde, se queja de forma insoportable del ruido constante de los gallos que se encuentran en una finca cercana a su hogar. Se siente encerrado en su propia casa, tratando de evitar escuchar los cantos de los gallos, que ocurren en todas las horas del día y de la noche. Ha intentado usar tapones para los oídos, pero no le han funcionado y le causan molestias.
Esta situación incómoda y constante ha desarrollado en él una especie de fobia hacia el canto de los gallos. En una ocasión, presentó una denuncia ante la Policía Local debido a una crisis de ansiedad causada por el ruido. Incluso en su trabajo, el ruido de los gallos lo afecta y lo deja paralizado.
Hace aproximadamente un mes, a mediados de junio, el vecino presentó una queja ante el Ayuntamiento de Telde, pero siente que la respuesta no ha sido lo suficientemente rápida. Ha recurrido al Ayuntamiento en las últimas semanas, aunque afirma que ha estado soportando estas molestias durante casi dos años. Anteriormente, él y su familia intentaron dialogar con el propietario de los animales para buscar una solución, pero no tuvieron éxito. Aunque le han pedido de manera amistosa al propietario que no molesten, no ha mostrado empatía alguna.
La Policía Local visitó la finca después de otra queja presentada por este vecino, y el dueño de los animales les informó que cuida de 15 gallos de pelea, que están debidamente registrados porque forma parte de la federación gallística canaria, y no tiene intención de deshacerse de ellos. Sin embargo, el denunciante niega que esta situación haya comenzado hace 20 años, como afirma el propietario, y asegura que el problema ha surgido en los últimos dos años.
El propietario de los animales también afirma que ha tratado de reducir las molestias. Ha retirado más de 15 gallos, 7 pavos reales y también ha eliminado a los perros. Además, señala que solía dejar una luz encendida durante la noche, pero ahora la apaga.
Por el momento, el denunciante ha decidido recoger firmas y planea llevar el caso a los tribunales. También cuenta con el apoyo de la asociación de vecinos La Ilusión de la Esperanza.
La concejala de Salud Pública, Pilar Mesa, se reunió con el denunciante y le informó que se ha abierto un expediente sobre el caso. El tema ha sido transferido a su departamento después de que el área de Ganadería determinara que no está dentro de su competencia, ya que los gallos están en suelo urbano.
El siguiente paso sería demostrar oficialmente y con garantías legales que el canto de los gallos supera los límites de decibelios permitidos: 35 durante el día y 30 durante la noche. Para hacerlo, se necesita un sonómetro que está en el Departamento de Urbanismo, pero actualmente no está calibrado.
Mesa explica que el Ayuntamiento ha intentado abordar el problema desde dos perspectivas: la urbanística y la de los ruidos. La primera opción se descarta porque, aunque el suelo es urbano, el propietario no tiene una explotación ganadera en el sentido legal, y puede mantener los gallos por ocio. Por lo tanto, la segunda opción se está considerando, pero se enfrenta al obstáculo del sonómetro, aunque asegura que están trabajando para calibrarlo. El resultado dependerá de si los niveles de ruido superan los límites establecidos.