España encontró su merecido premio en un rebote, culminando así un partido en el que logró anular completamente a Italia, una potencia en el fútbol mundial. Desde el inicio, los dirigidos por De la Fuente mostraron un juego sin timidez, repitiendo alineación salvo por la inclusión de Laporte en lugar de Nacho, quien tenía molestias físicas.
Rodri y Fabián Ruiz dirigieron el juego, moviendo el balón de lado a lado mientras Italia, bajo la dirección de Spalletti, se replegaba esperando robar el balón y lanzar rápidos contragolpes. Sin embargo, cualquier intento italiano se desvanecía antes de llegar al área española.
La clave del partido estuvo en Nico Williams, quien desde los primeros minutos se mostró como la amenaza principal. El extremo español dominó a Di Lorenzo, necesitando este último de más apoyo defensivo para contenerlo. Las actuaciones de Williams no pasaron desapercibidas, atrayendo la atención de importantes agentes del fútbol.
El portero italiano, Donnarumma, fue sometido a numerosas pruebas por parte de los atacantes españoles. A menudo criticado en Milán y blanco de billetes lanzados en señal de desaprobación, Donnarumma se lució con atajadas que recordaron a leyendas como Albertosi, Zoff y Buffon, frustrando una y otra vez a Morata, Nico Williams y Fabián Ruiz.
El dominio español parecía encontrar resistencia sobrenatural en la portería italiana, hasta que un centro de Nico Williams, tocado por Morata y Donnarumma, rebotó en Calafiori para finalmente dar a España la ventaja. Este gol fue el merecido premio a la labor constante de los españoles.
Con el marcador en contra, Italia se envalentonó y España mostró signos de fatiga. Sin embargo, Nico Williams siguió brillando en el campo. A pesar de que España perdonó varias oportunidades, la ilusión y esperanza de los aficionados españoles crecieron considerablemente.