El rastro de Jinámar, antes un lugar admirado, se ha transformado en un espacio desordenado y marcado por la inseguridad. Desde la pandemia, la falta de control y la presencia de puesteros ilegales han generado caos.
Noticia de La Provincia.
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Muchos vendedores operan sin documentación, mientras otros, que cumplen con las normativas, denuncian la falta de organización y seguridad. La policía local reconoce la situación, pero aclara que no puede actuar sin una normativa clara del Ayuntamiento.
El mercado atrae a miles de personas cada domingo, pero también a vendedores informales que dejan basura y productos no vendidos por doquier, lo que genera un alto coste de limpieza para el Ayuntamiento. Además, los vecinos y trabajadores del rastro se quejan de las peleas entre puesteros y la presencia de "gorrillas", lo que hace que la zona sea peligrosa.
A pesar de los problemas, muchos vendedores siguen esforzándose por mantener una buena imagen hacia los clientes, mientras luchan por que las autoridades tomen cartas en el asunto.