Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado el fin de la emergencia internacional por la pandemia de la COVID-19 y ha planteado un enfoque similar al de la vacunación contra la gripe para el seguimiento y la pauta de vacunación de esta enfermedad. Este cambio en la estrategia implica que las vacunas contra la COVID-19 deberán actualizarse periódicamente, al igual que sucede con las vacunas de la gripe, para hacer frente a la evolución del virus y sus variantes.
La vacunación anual contra la gripe es un procedimiento conocido, y se lleva a cabo debido a la naturaleza cambiante del virus de la influenza. La gripe provoca epidemias cada invierno y presenta diferentes cepas en cada temporada. Por lo tanto, las vacunas contra la gripe deben actualizarse para cubrir las variantes predominantes y prevenir los efectos graves de la enfermedad. Esta actualización se basa en la revisión de las cepas de virus de la gripe por parte de expertos, quienes determinan qué variantes se incluirán en las vacunas de la siguiente temporada.
Sin embargo, la efectividad de las vacunas contra la gripe puede verse afectada debido a la capacidad del virus para cambiar y mutar rápidamente. La coincidencia entre las cepas incluidas en la vacuna y las que realmente circulan puede variar, lo que limita la eficacia de la protección proporcionada.
En el caso de la COVID-19, se plantea un escenario similar. El virus SARS-CoV-2 también muestra una alta tasa de mutación, lo que requiere ajustes constantes en las vacunas para abordar las variantes emergentes. Además, estudios recientes indican que continuar vacunando con la variante original del virus puede no ser suficiente y podría ser perjudicial en términos de eficacia.
Estos estudios han revelado la existencia de un fenómeno conocido como "impronta" o "pecado original antigénico". Se refiere a que nuestro primer encuentro con un virus marca en gran medida nuestra respuesta inmunológica posterior. En el caso de la gripe, se ha observado que los anticuerpos predominantes en las personas están dirigidos a la cepa que les hizo enfermar por primera vez, incluso desde su infancia. Esto plantea la necesidad de actualizar las vacunas para adaptarse a las variantes prevalentes y maximizar la protección.
Basándose en estos hallazgos y en la necesidad de mantenerse a la vanguardia de la evolución del virus, la OMS ha recomendado cambiar la estrategia de vacunación de la COVID-19. Se sugiere prescindir de la variante original de Wuhan y basar las vacunas en las variantes circulantes en cada momento. Este enfoque adaptativo permitiría diseñar vacunas que sean más efectivas contra las cepas predominantes y proporcionen una protección óptima.
Aunque aún se necesita más investigación y evidencia científica para respaldar completamente esta recomendación, se ha tomado como una medida preventiva y probabilística. Esperar a tener una certeza absoluta podría retrasar la actualización de las vacunas, lo cual sería contraproducente ante la rápida evolución del virus.
En resumen, la declaración de la OMS sobre el fin de la emergencia internacional por la COVID-19 ha llevado a un cambio en la estrategia de vacunación. La actualización regular de las vacunas contra la COVID-19 será necesaria para adaptarse a las variantes circulantes y maximizar la eficacia de la protección. Si bien esto implica un esfuerzo continuo, se espera que permita abordar de manera más efectiva la evolución del virus y proteger a las personas vulnerables.